La historia de Rusia by Orlando Figes

La historia de Rusia by Orlando Figes

autor:Orlando Figes [Figes, Orlando]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2022-11-03T00:00:00+00:00


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En 1903 se llevó a cabo una encuesta reveladora en las escuelas de las aldeas rusas. Los encuestadores preguntaron a los niños qué querían ser cuando fueran mayores. Menos del 2 por ciento manifestaron el deseo de ser campesinos, como lo eran la mayoría de sus padres. Casi la mitad tenían puesta la ilusión en conseguir un trabajo en la ciudad. «Quiero ser dependiente de una tienda», dijo uno de los niños, «porque no me gusta caminar en el barro. Quiero ser como la gente de la ciudad, que tiene la ropa siempre limpia»[188]. Su deseo de mejora social era sinónimo de conseguir un empleo en la ciudad. Prácticamente cualquier trabajo urbano les parecía deseable en comparación con las penurias y las rutinas de la vida campesina.

A las ciudades llegaron millones de campesinos, algunos de ellos movidos por la ambición y otros obligados a abandonar el campo debido a la superpoblación rural. Entre 1861 y 1914 la población urbana del Imperio creció de 7 a 28 millones de personas. Primero llegaban los jóvenes, después los hombres casados, a continuación las mujeres solteras, que trabajaban principalmente en el servicio doméstico, y por último las mujeres casadas con sus hijos. Los migrantes rurales intentaban mantener vivas sus granjas durante el mayor tiempo posible aceptando empleos asalariados en las ciudades. Enviaban lo que ganaban a sus pueblos, y regresaban durante la época de la cosecha. Como en todas las sociedades en desarrollo, existía un constante ir y venir entre el campo y la ciudad[189].

Las condiciones de trabajo en las fábricas eran atroces. Según el conde Witte, el ministro de Economía que supervisó el crecimiento de las industrias en la década de 1890, era «mucho más fácil satisfacer» al trabajador ruso «acostumbrado a los hábitos frugales de la vida rural» que a sus homólogos de Europa o América del Norte, así que «los bajos salarios resultaron un afortunado regalo para la empresa rusa»[190]. Las fábricas no estaban demasiado reguladas. Los logros obtenidos por los trabajadores británicos en la década de 1840 y por los alemanes en la de 1880 estaban, a principios de siglo, fuera del alcance de los trabajadores rusos. Las dos leyes fabriles más importantes —una de 1885 que prohibía el trabajo nocturno de mujeres y niños, y otra de 1897 que restringía la jornada laboral a once horas y media— hubo que arrancárselas al Gobierno mediante la violencia. Los pequeños talleres quedaban excluidos de la legislación, aunque daban empleo a la mayor parte de la mano de obra del país, en particular al contingente femenino. Los espacios de trabajo carecían de ventilación y estaban llenos de vapores nocivos, mientras que las áreas de producción se encontraban atestadas de maquinaria peligrosa. Los sindicatos estaban prohibidos. Las huelgas eran ilegales. Sin embargo, en Rusia se produjeron más que en ningún otro país de Europa. Muchas fueron lideradas por trabajadores vinculados a círculos de propaganda marxista, en su mayoría organizados por intelectuales. Ese fue el contexto en el que Lenin, o Uliánov, tal como entonces se lo conocía, entró en la política revolucionaria.



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